Lecturas: Siete historias que brotan

En la Edad Media los inviernos eran largos, no porque duraran más días que ahora sino porque la vida cotidiana estaba regida por las horas de sol y el clima. El período de luz era más reducido que en las otras estaciones, lo bueno de esto es que la gente trabajaba menos tiempo; la contracara es que se refugiaba por más horas en espacios cerrados. Uno de los grandes enemigos era el frío, que las personas combatían con mucha ropa y encendiendo fuegos dentro de las casas; las viviendas variaban según la región y la clase socioeconómica, pero era muy frecuente que contaran con una sola habitación en la que se cocinaba y dormía. Si bien los egipcios hicieron pequeños objetos de vidrio 3000 a. C., se comenzó a utilizar en las ventanas relativamente hace poco, de modo que en la época medieval las ventanas eran pocas y muchas veces tapadas por tapices o tejidos gruesos. Esto permite darnos una idea de lo poco ventilados que eran esos ambientes, el grado de hacinación en el que se vivía y la vía llana que encontraba la propagación de enfermedades y epidemias. Además, en estos meses, había menos alimentos y, por lo tanto, menos transacciones comerciales entre los mercaderes, o sea, menos circulación de monedas.

Esto explica por qué la llegada de la primavera era festejada. En algunos lugares, el mismo día del inicio de la nueva temporada se sacaban a la calle ropas y mantas para airear, y se ventilaban las casas. En otros se agradecía la llegada de los primeros brotes, y los frutos (y alimentos) que traería.

La primavera era y es, no solo de manera simbólica, la temporada del amor para muchas especies animales. Es el momento de cortejar y armar nidos, de prepararse para la crianza de la prole en el verano que se aproxima.

No por nada el dicho dice “pasar el invierno”. La llegada de la primavera, en definitiva, celebra la vida. Es la estación en la que todo brota. Brota el amor y brotan las flores. Brota el verde y brotan los colores. Brota la esperanza.  Brota la vida.El árbol rojo

Siete historias que brotan:

  1. El árbol rojo de Shaun Tan. Bárbara Fiore Editora, 2006. A pesar de las adversidades y los contratiempos, de las luchas internas y los estados de ánimo, siempre puede brotar un árbol rojo.
  2. “Mi jardín hizo lo que quisode Beatriz Ferro. Poema incluido en Versos de bakelita. Buenos Aires, Sudamericana, 1996, Col. Pan Flauta. Un jardín que florece pero a su gusto, como quiere y hasta donde desea. Un poema que brota disparatadamente.
  3. “Verde” de Liliana Bodoc. Cuento incluido en Sucedió en Colores. Buenos Aires, Norma, 2005, Col. Torre de Papel. Actualmente en Alfaguara. Está en el título pero la palabra “verde” no parece en el cuento, aunque todo el relato desborda esta tonalidad, brotes y primavera. Además, este cuento alude a la estación no solo a través del color de la esperanza sino también por medio de sabores y aromas.
  4. “Mayo” de Antonio Rubio. Ilustraciones de David Pintor. Sevilla, Kalandraka, 2012. Mayo es, en el hemisferio norte, el mes en el que crecen “atriles de hojas/sobre la floresta” y la música es verde, “verde, verde-hoja,/verde, verde-fresca,/verde y rumorosa”.
  5. La jardinera de Sarah Stewart. Ilustraciones de David Small. Caracas, Ekaré, 2005. ¿Qué puede hacer una niña campesina que es enviada a vivir a la ciudad con un tío que no conoce por la falta de trabajo y de alimentos en la casa de sus padres? Mucho, lleva la mejor fórmula en un puñado de semillas.el árbol de lilas
  6. El árbol de lilas de María Teresa Andruetto. Ilustraciones de Liliana Menéndez. Córdoba, Comunicarte, 2006. ¿Por qué a veces buscamos lejos lo que tenemos a la vuelta de la esquina? Debajo de un árbol de lilas florece el amor.
  7. “Alto trinar” de María Cristina Ramos. Ilustraciones de Paula Alenda. Buenos Aires, Aique/Anaya, 2010. En primavera, los pájaros hacen nido y ponen huevos, en esta época también pueden nacer los pichones. Los árboles se pueblan de trinos y plumas, y si no, que “diga la calandria /y diga el zorzal”.

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